lunes, 4 de agosto de 2014

Gabriel (Parte 2)


Hay cosas de las que no puedes defenderte, golpes que no puedes evitar recibir, heridas que no pueden cicatrizar, errores que necesitas cometer, enfermedades que debes maldecir y personas que debes perder…Aún cuando mucho de eso se presente sin un ‘¿por qué?’

A mis 14 años Daniela se molestaba conmigo por mi falta de autoestima y mis dedicatorias fatalistas…Que a pesar de ser sendas declaraciones de amor tenían siempre infundadas a la muerte y a la distancia como protagonistas invitadas de lujo.

Me acostumbré a estar en la sombra, como cuando a los 16 me ilusioné con la primera compañera del colegio que compartía mis gustos, quien luego de entregar una carta pretendiendo abastecer con paz la falta de guerra salió con el compañero al que ayudábamos con sus deberes; de carita bonita y músculos, eso sí…O como a los 17, cuando mi querida emoción declaró con el humo de su cigarrillo desear a mi mejor amigo (Quien ya me había abierto otra herida, de esas que resultan siendo un ‘efecto colateral’ – termino aprendido recientemente – pero a fin de cuentas, herida) para luego involucrarse con el tercero de los 3 mosqueteros…Pareciera que de los 3 simios siempre fui yo el que no escucha, el que no ve, y el que no habla…Siempre la sombra.



A los 19 el panorama aparenta ser más alentador - Bueno, no necesariamente a los 19 – sino en el momento  en que tu vida da un giro de 360° y tu mundo, tus relaciones, tu entorno, tu juego empieza de cero…En mi caso llegó en el segundo tiempo de mi decimonoveno año, cuando salía de un universo completamente destrozado, y mira lo divertido de todo…Aprendes lo efímero de lo banal: A mis 20 y medio eso ya estaba destruido también. Se logró alargar un poco, para que la satisfacción de mi curriculum dijese: “2 universos destruidos a los 21 años”; aunque ésta vez aún me quedan algunas piezas de ese rompecabezas.

Etapas que deben cumplirse llaman algunos, y la razón la tienen, pero la marca de responsabilidad y la culpa de eso se te graban como un tatuaje y cargas con ellos siempre.


Pero la vida siempre juega a ser una balanza, a veces de libras contra kilos, otras de plumas VS garrotes filosos de hierro, y permanentemente te da, y te quita, de unas por otras, de lo cíclico que es todo…Entonces tengo una nueva oportunidad, una luz para cambiarlo todo a puertas de mis 22. Y entonces lo hago bien, y empiezo de la forma más maravillosa, porque las cosas nuevas refrescan el alma y la motivación encuentra casi siempre su mayor impulso al comienzo de su trayecto, aún cuando duré realmente poco.

A mis 22 años entro en un círculo vicioso de idas y llegadas que me enseña a no aferrarme a nadie, que es preferible no involucrarte mucho, y ello me permite ‘superar’ el crujir del cielo al romperse como un espejo a mis 23; ‘Superar’…Porque el cielo es tan grande y tan infinito que los fragmentos siguen lloviendo 1 año después; y seguramente, por lo que veo en el panorama, lloverá muchos años más.


24 son las horas que tarda el reloj el volver a empezar y el ciclo en repetirse nuevamente, como los errores en volver a aparecer, como el arruinar esos destellos de luz que me iba guardando en mi baúl de los recuerdos; la distancia, el tiempo y la diferencia de visión y herramientas hacen que deba construir un nuevo universo, uno ya sin la amistad que duró más de una década, sin el impulso espiritual que me fortaleció haciéndome sentir un caballero alado, y sin la misma cercanía de la luna llena en las noches de cielo despejado, porque, aunque esté allí, no seré capaz de mirarle y de volar hasta ella.

Pero tengo algo…Aparentemente una brújula intergaláctica descompuesta.


Apuntará al horizonte, y en algún momento tendrá que permitirme caminar 5 pasos…

Para ello servirá.

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