A veces se tiene la sensación de estar acumulando mierda,
Y al final sale algo bueno
Siempre he reconocido que mi mayor terror no es la muerte, a
ella suelen temerle, huirle, incluso negar su existencia; pues conocerla (Y reconocerla)
marca un antes y después en cada vida. Define el punto de partida de una
carrera contrarreloj para dar sentido a una vida sin saber en qué punto y
momento termina esa carrera, ¿en diez pasos? ¿en 10 kilómetros?... Te invade el
miedo, congela cada pensamiento, desconecta tus pies, no avanzas, no
retrocedes. Se dilatan las pupilas, se tensan los músculos, decaen los hombros,
el ritmo cardíaco disminuye en un eterno instante, tiemblan los párpados, se
opaca la luz, te separas de tu cuerpo, observas el camino recorrido por otros, sus
logros y su legado. Te cuestionas, sientes crecer sobre ti una sombra que cubre
tu ser. Y algo se rompe dentro. Ese rompimiento define si corres, caminas, o te
mantienes estático en el mismo punto.
No es la muerte mi mayor terror. Sí lo es la agonía que
precede a la muerte. Contrario a la contrarreloj que temen los demás, yo temo a
la incertidumbre a la prolongación de
ese estado. ¿Has visto en los hospitales los monitores de signos vitales?
Números que suben y bajan, indicadores que señalan si mejoras o empeoras,
alarmas deseosas de gritar que tu hora ha llegado y tú en el medio, sin saber
si te empujarán hacia el frente o hacia atrás. Sin el poder suficiente de
decidirlo. He de mencionar también que no existe un único tipo de muerte, por
ende hay también muchas formas de agonía.
Sí, estás en lo cierto al captar que me encuentro en uno de
esos tipos de agonía, y si bien estoy seguro que el reloj ha corrido, no estoy
convencido que el tiempo haya avanzado. Pido perdón por no poder exponer lo que
me ha traído al estado de agonía. Solo puedo deciros que por más que los signos
vitales disminuyen, por más recaídas, golpes y hundimientos sigo sin avanzar a
esa muerte.
Esta agonía puede ser permanente
He tenido mucho miedo…
Tengo miedo…
Mi mayor miedo.