No fueron los 2 sobres de azúcar, mucho menos la crema color azul del muffin. Fue el café el que endulzó ese momento, y no me refiero precisamente a la bebida.
Toda buena historia debe comenzar con un café. La historia del gusto por los pandas, un sombrero formal, servilletas, souvenires, facturas y migajas son solo cuentos de adorno para la historia principal.
¿Te has preguntado por qué hay tantos lectores y tantos escritores acompañados de un café? Omite los lentes, la bufanda, y quizá el cigarrillo; la esencia misma está allí, en ese aroma que inunda tus sentidos, que se mezcla en tu instinto y te desborda al besar la mano de esa dama, al levantar tu bolígrafo del papel, al pasar una nueva página: Al verla mezclar el azúcar en su Mocachino.
Y no te olvides de la música, ¿No sabe mejor el café cuando conoces lo más preciado de esa persona? Das un sorbo a tu bebida y lo que recorre tu cuerpo es el coro de esas canciones favoritas. Pocas situaciones pueden conectar de una forma tan diferente.
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¿Y qué si terminas de leer su libro favorito en una noche fría bebiendo un latte? |
Puedes leerle una carta, puedes envolverte en la oscuridad, también sellar un reencuentro y reconciliación guiándote por su sabor, saboreando cada gota en tu boca, dejando que su calidez recorra tu piel.
Puedes escribir cada día una nueva historia, acompañada de un café