lunes, 11 de abril de 2011

El apocalipsis Japonés

Hoy hablaremos sobre uno de los acontecimientos de mayor trascendencia a nivel mundial a lo largo de la historia, algo sobre lo que todos hemos escuchado, pero pocos realmente conocemos, me refiero al llamado “Apocalipsis Japonés” La intervención de uno de los inventos más devastadores utilizados en la guerra, un debate moral humanístico y estratégico durante décadas, la bomba atómica.

Antes de entrar en el contexto y en su efecto, conoceremos un poco sobre estos blancos militares, Hiroshima y Nagasaki.

Hiroshima: 

Hiroshima fue fundada en 1589 sobre la costa del mar Interior de Seto por el señor feudal Mōri Terumoto, fue proclamada Ciudad de la Paz por el parlamento en 1949, a iniciativa de su alcalde, Shinzo Hamai (1905-1968). Como resultado, la ciudad de Hiroshima ha recibido más atención internacional como un lugar ideal para la celebración de conferencias internacionales sobre la paz, así como las cuestiones sociales.

Nagasaki: 

Fue fundada en 1500 por navegantes portugueses. Originalmente fue una villa puerto de poca importancia hasta la llegada de exploradores portugueses a mediados del siglo XVI  La pequeña villa puerto se convirtió rápidamente en una ciudad portuaria diversa por la cual ingresaron muchos productos importados de Portugal. En 1587 la prosperidad de Nagasaki fue amenazada cuando el Hideyoshi Toyotomi (El feudal más poderoso desde el siglo X al siglo XIX) subió al poder. Preocupado por la gran influencia cristiana en el sur del Japón, ordenó la expulsión de todos los misioneros, regresando a la ciudad al control imperial.

El cristianismo fue prohibido por completo en el año 1614 y todos los misioneros fueron deportados, así como aquellos japoneses que no renunciaran al cristianismo. Le siguió a esto una brutal campaña de persecución, resultando en miles de muertos o torturados en Nagasaki y otras partes del Japón.

Bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki

Los ataques se efectuaron en agosto de 1945 (El 6 en Hiroshima y el 9 en Nagasaki), y pusieron el punto final a la Segunda Guerra Mundial. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, aunque sólo la mitad había fallecido los días de los bombardeos. Entre las víctimas, del 15 al 20% murieron por lesiones o enfermedades atribuidas al envenenamiento por radiación. Desde entonces, algunas otras personas han fallecido de leucemia y distintos cánceres, atribuidos, claro está, a la exposición a la radiación liberada por las bombas. Desafortunadamente, en ambas ciudades, la gran mayoría de las muertes fueron de civiles.

En el momento del bombardeo Hiroshima era una ciudad de cierta importancia industrial y militar. Era una base de abastecimiento y logística menor para la milicia japonesa. La ciudad era un centro de comunicación, lugar de almacenamiento y un área de reunión para las tropas.
La ciudad fue escenario del primer bombardeo atómico de la historia, ordenado por el presidente Harry Truman. Este acto bélico, cuyo objetivo fue la rendición rápida e incondicional de Japón a los Estados Unidos, produjo la muerte de alrededor de 120.000 japoneses, en su casi totalidad civiles, dejando un saldo de casi 300.000 heridos, entre los cuales gran cantidad presentó variaciones y mutaciones genéticas debido a la radiación a la cual estuvieron expuestos. Los percances biológicos y anatómicos, por tanto, persisten hasta nuestros días dentro de la población japonesa.

Bob Caron, artillero de cola del ‘Enola Gay’ (avión desde el cual se produjo el bombardeo) describió así la escena:

«Una columna de humo asciende rápidamente. Su centro muestra un terrible color rojo. Todo es pura turbulencia. Es una masa burbujeante gris violácea, con un núcleo rojo. Los incendios se extienden por todas partes como llamas que surgiesen de un enorme lecho de brasas. Comienzo a contar los incendios. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... catorce, quince... es imposible. Son demasiados para poder contarlos. Aquí llega la forma de hongo de la que nos habló el capitán Parsons. Viene hacia aquí. Es como una masa de melaza burbujeante. El hongo se extiende. Puede que tenga mil quinientos o quizá tres mil metros de anchura y unos ochocientos de altura. Crece más y más. Está casi a nuestro nivel y sigue ascendiendo. Es muy negro, pero muestra cierto tinte violáceo muy extraño. La base del hongo se parece a una densa niebla atravesada con un lanzallamas. La ciudad debe estar abajo de todo eso. Las llamas y el humo se están hinchando y se arremolinan alrededor de las estribaciones. Las colinas están desapareciendo bajo el humo. Todo cuanto veo ahora de la ciudad es el muelle principal y lo que parece ser un campo de aviación».

Alrededor de treinta minutos después comenzó un efecto extraño: empezó a caer una lluvia de color negro al noroeste de la ciudad. Esta “lluvia negra” estaba llena de suciedad, polvo, hollín, así como partículas altamente radioactivas, lo que ocasionó contaminación aun en zonas remotas.

Por otro lado, la ciudad de Nagasaki había sido uno de los puertos más grandes en la parte sur de Japón y tuvo gran importancia durante la guerra por su gran actividad industrial, incluyendo la producción de artillería, barcos, equipo militar, así como otros materiales de guerra. Se lanzó sobre ella la segunda bomba atómica en ser detonada sobre Japón y más poderosa que la de Hiroshima. El terreno donde se encuentra la ciudad es muy montañoso y esto delimitó los efectos de las ondas expansivas de la explosión inicial. De todos modos la destrucción, el caos y el horror fue similar al de Hiroshima. Fue tal la estupefacción de los cuarteles militares y el grado de shock tanto de civiles como militares que en Nagasaki no se inspeccionó hasta después de una semana, cuando la ciudad era ya un osario silencioso. Lo que causo impacto, fueron las progresivas deformaciones que afectaron a la población, pues estas no se manifestaban en el acto, sino que podían presentarse años, meses o semanas después de la detonación. Los que lograron sobrevivir más allá del radio de acción de la bomba tuvieron que asistir a las oleadas de heridos en su mayoría graves.

Consecuencias posteriores:

Tras la guerra la ciudad fue reconstruida, aunque ampliamente modificada. Se construyeron nuevos templos e iglesias, ya que la presencia cristiana nunca desapareció e incluso ganó una gran adhesión durante la guerra. Algunos de los escombros fueron dejados intactos en memoria y se levantaron nuevas edificaciones con el mismo objetivo, como el museo de la bomba atómica. Nagasaki es aún una ciudad portuaria con una rica industria naval y es además un fuerte ejemplo de perseverancia y paz.

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